Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1886 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 2 de diciembre de 1886
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Romero Robledo
Número y páginas del Diario de Sesiones: 76, 1845-1847
Tema: Interpelación sobre la política seguida por el Gobierno durante el interregno parlamentario

No necesita eso: el que necesita dar explicaciones de la mayor parte de las cosas que dice y hace es S.S. (Risas).

Yo agradezco, porque no puedo menos de hacerlo, toda clase de benevolencia, venga de un lado o de otro, pero además declaro que no tiene nada de particular la benevolencia del partido conservador, que arranca de un deber, que nace del patriotismo, que tiene su origen en los fundamentos que son comunes al partido conservador y al partido liberal. Podemos obtener y podemos aceptar la benevolencia del partido conservador, porque este partido tiene con el liberal grandes intereses comunes que cuidar y defender, y de ahí la benevolencia en bien de esos intereses. El partido conservador presta su benevolencia al liberal porque el partido liberal es monárquico como el conservador, y está dispuesto a defender la Monarquía con la misma fidelidad y con el mismo tesón, y no digo con más fidelidad y más tesón que el partido conservador porque no quiero ofender a este partido.

Tampoco tiene nada de particular la benevolencia de ciertos republicanos, a la manera que lo son los republicanos de todas partes, menos desgraciadamente en España, donde hay en esto una triste excepción; a la manera que los republicanos de otras partes, que antes que republicanos son patriotas, y antes que republicanos son también liberales, y se resignan con la Monarquía en bien de la Patria, mientras dentro de [1845] la Monarquía tengan también la libertad. Y como hay republicanos tan patriotas en España como los hay en otras partes, de esos patriotas republicanos no tenemos inconveniente en recibir la benevolencia, porque tenemos con ellos también un interés común, que es la libertad. De esta suerte, siendo el partido liberal tan monárquico como el conservador y tan liberal como el republicano (hablo del republicano patriota), pueden el partido republicano y el conservador otorgar su benevolencia al partido liberal, y puede éste recibirla y agradecerla sin inconveniente ninguno para las instituciones y para la Patria; antes por el contrario, en bien de la Monarquía y en bien de la libertad: que ese es precisamente el partido liberal, aquél que trata de conciliar la libertad con la Monarquía. (Aprobación).

Tampoco puede mi querido amigo el Sr. Gullón decir aquí en pública y solemne sesión, sin manifestar disidencia dentro del partido, que no está conforme con la teoría expuesta por nuestro común amigo el Sr. González, porque esta teoría expuesta por el señor González, es y ha sido siempre la del partido liberal; y sin una contradicción, sin variar de procedimiento, no podíamos separarnos de la parte doctrinal del discurso del Sr. González. Lo que otras veces se ha manifestado por el partido liberal en punto a la conveniencia de fortalecer los resortes del Poder, está en perfecta armonía con la doctrina sustentada por el señor González. Precisamente para fortalecer los resortes del Poder, es para lo que hemos presentado, Sr. Gullón, el proyecto de bases del Código penal, a fin de que dentro del más profundo respeto a los derechos de los ciudadanos y a las libertades públicas, estén tan fortalecidos los resortes de la autoridad, que no pueda nadie salirse de los límites que esos mismos derechos y esas libertades imponen, sin quedar comprendido en las prescripciones del Código penal; y sin incurrir en alguno de los delitos que el mismo define.

En otro punto tampoco ha tenido razón S.S., y yo declaro que si hubiera presumido cuáles serían las pocas palabras que el Sr. Cánovas iba a contestar al Sr. Gullón, hubiera cometido contra el Sr. Cánovas del Castillo la falta de no dejarle usar la palabra antes que yo, porque he sentido que el Sr. Cánovas diga a S.S. lo que yo le hubiera dicho de manera más suave y más amistosa.

Todo esto proviene de un error, de los muchos que comete el Sr. Romero Robledo. (Risas). No se extrañe de mis palabras Sr. Romero Robledo, porque donde quiera que encuentro un error, allí veo al señor Romero Robledo. El error proviene de que el Sr. Romero Robledo cree que su antiguo y distinguido jefe el Sr. Cánovas renunció al Poder. Pues yo digo a su señoría una cosa: que para renunciar el Poder es necesario que alguien lo haya ofrecido; y declaro que no se le ofreció al Sr. Cánovas del Castillo. (El Sr. Cánovas del Castillo: Ya lo había yo declarado). Ya lo sé. (El Sr. Romero Robledo: Ha habido también otras declaraciones de S.S.). Ya sé que el Sr. Cánovas lo había declarado; pero como por lo visto el Sr. Romero Robledo no quiere entender ya al Sr. Cánovas? (Grandes risas) se lo repito yo.

Pues bien, Sr. Romero Robledo: si el Sr. Cánovas del Castillo, si el jefe del partido conservador no renunció el Poder, ni abandonó el Poder, porque nadie se lo ofreció, ¿cuál es el motivo de la disidencia de S.S.? (Sensación). ¿Nace ese motivo de su disidencia y de su rebeldía contra su antiguo jefe, de que el jefe del partido conservador no se apoderó del Poder por la fuerza (cosa que tampoco hubiera podido conseguir), aprovechándose de las circunstancias en que se encontraba la augusta Señora, que tan digna y cumplidamente ha venido a llenar el vacío que en el Trono dejara su malogrado Esposo?

¿Qué es esto de la renuncia del Poder? ¿Qué es eso de que el partido conservador ha entregado el Poder al partido liberal? (El Sr. Romero Robledo: Se está diciendo todos los días). Nadie lo ha dicho: S.S. es quien lo dice para justificar la mala situación en que se ha colocado y en que ha querido colocar a esos amigos suyos que le acompañan y que tan bien le secundan. (Aprobación).

Pues bien, Sr. Gullón; el Poder no vino a nosotros por la voluntad del Sr. Cánovas, que por muy importante que sea, y yo me complazco en reconocerlo, no ha llegado a tener la importancia de que por su sola voluntad vaya el Poder a otro partido. En este punto el Sr. Cánovas tiene poco más o menos, la misma fuerza que yo, y si el Sr. Cánovas ocupara este puesto a la salida de este Gobierno, podría S.S. decir del señor Cánovas que había venido a ocupar este banco por mi voluntad, con la misma razón con que ahora dice el Sr. Romero Robledo que nosotros estamos en el Poder por la voluntad del Sr. Cánovas del Castillo.

Hay que tratar las cosas en serio. Nosotros hemos sido llamados al Poder por voluntad expresa de Su Majestad la Reina en uso de su Regia prerrogativa. ¿Por qué se dignó S. M. la Reina llamar al partido liberal en vez de entregar el Poder al partido conservador? Allá las altas cualidades de la Reina lo resolvieron y más de una vez hemos tratado aquí de esto. (El Sr. Cánovas del Castillo: La Reina sabía que no aceptaba el Poder el partido conservador). Tanto mejor, porque así se facilitaba la misión S. M. (El Sr. Romero Robledo: ¿Y ahora?). Resulta lo mismo. La Reina podía saber que no aceptaba el Poder el señor Cánovas del Castillo; pero tan lejos estaba la Reina de saber que no lo aceptaba el partido conservador, cuanto que quedaba el Sr. Romero Robledo para aceptarlo de cualquier manera. (Muy bien, bien).

El Sr. Cánovas pudo abrigar en aquellos momentos la creencia de que no era patriótico que el partido conservador continuara en el Poder; pero es verdad en todo caso que lo que sucedió fue que la creencia del Sr. Cánovas coincidió con los deseos, con la voluntad y con los propósitos de S. M. la Reina.

¿Por qué no creyó el Sr. Cánovas que el partido conservador debía continuar en el Poder? Ya lo ha dicho: buscaba la concordia entre los partidos, y creyó que esa concordia no debía ser propuesta desde el Poder por el partido que durante tanto tiempo lo había disfrutado.

¿Qué extraño es que el mismo Sr. Cánovas, prescindiendo de todo, dando toda la fuerza y autoridad que tenga a su partido, reconociendo todos los fuertes elementos que lo constituyen, creyera que en aquellos momentos y en aquellas circunstancias el partido conservador, precisamente por venir gobernando en tiempos difíciles, aún en vida de Don Alfonso XII, estaba, si no totalmente quebrantado para seguir en circunstancias normales, bastante quebrantado al menos para no continuar en el Poder después de un suceso tan extraordinario como el de la muerte del Rey? Yo declaro aquí que si hubiera sido Presidente del Consejo [1846] de Ministros a la muerte del Rey y me hubiese ocurrido los sucesos que le ocurrieron al partido conservador, yo hubiera aconsejado a la Reina que llamase a otro partido que le prestase mejores servicios de los que podía prestarle el mío.

Además, podrá creer el Sr. Cánovas del Castillo que la concordia de los partidos monárquicos no resultaría tal como la gravedad de las circunstancias exigía, podrá creer que, dada la manera con que aquí han venido tratándose los partidos, el partido liberal, que estaba en la oposición hacía tanto tiempo, no tenía toda aquella cordura que necesitaba para ayudarle en las dificultades del Gobierno en aquellos momentos; todo eso lo podrá creer el Sr. Cánovas, y ha podido fortalecerse en esa creencia al ver el ejemplo que le han dado sus propios amigos, que por haber dejado el Poder se le han separado, por lo que bien podría decir: "pues cuando se me separan mis amigos, ¿qué harían mis adversarios?"

Está bien que el Sr. Cánovas crea eso, pero no hace justicia al partido liberal, y yo declaro que en aquellos momentos el partido liberal en el Poder y fuera del Poder hubiera tenido la misma conducta. Cuando las dificultades son graves, cuando corren peligro las instituciones y tras de éstas viene el peligro para la Patria, no hay partido ninguno que exceda en patriotismo y abnegación al partido liberal.

Y puedo justificar esto, con antecedentes y con pruebas; porque sin correr el peligro a que estuvo expuesta la Nación española a la muerte del último Rey, cuando Don Alfonso XII vino a España, apenas el partido liberal reconoció la nueva legalidad, al nuevo Rey, se apercibió de que las circunstancias eran difíciles, y de que era necesario afirmar una institución que empezaba; y entonces, se unió al partido conservador, y si no fue en todo como él, por lo menos no lo combatió sistemáticamente, y fue un adversario leal y noble, que no sólo no puso dificultad alguna a la marcha del Gobierno, sino que, por el contrario, le ayudó en cuanto pudo. Y por cierto que esta conducta se interpretó mal, y se llamaba entonces a aquella oposición, recordadlo, Sres. Diputados, se llamaba oposición de encargo; sin embargo de que era una oposición de patriotismo. (Muy bien). Pues si eso es lo que hizo el partido liberal al advenimiento del Rey, lo hubiera hecho con mayor razón el día de su muerte y el advenimiento de la Regencia; pero en su derecho está el Sr. Cánovas en dudar de que el partido liberal lo hiciera, y mucho más está en su derecho con lo que he dicho antes; con el ejemplo poco edificante que le han dado sus propios amigos.

Ya ve el Sr. Gullón cómo no ha tenido razón ninguna para hacer esas advertencias, y que si me las hubiera expuesto particularmente, como S.S. lo acostumbraba a hacer en el mucho tiempo que hemos tenido recíproca amistad, muy íntima y cariñosa, yo le hubiese dado explicaciones, y se habría convencido de que hoy pensamos lo mismo que siempre, de que no nos vamos ni a la derecha ni a la izquierda, y de que aquí no hay ni derecha ni izquierda; aquí en los bancos de la mayoría, no hay más que patriotismo, abnegación y consecuencia en el programa que tenemos que realizar; y además, propósito inquebrantable de realizarlo. He dicho. (Aplausos. -El Sr. Gullón pide la palabra). [1847]



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